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Santa Rosa de Lima, colonizadores en nuestro propio barrio

  • Foto del escritor: Coordinadora de Barrios de Espinardo
    Coordinadora de Barrios de Espinardo
  • 9 jul
  • 5 Min. de lectura
Santa Rosa de Lima, barrio con alma, mujer comprometida
Santa Rosa de Lima, barrio con alma, mujer comprometida

¿Alguna vez te han presentado a alguien y has pensado: “tiene nombre de llamarse así”? Pues cuando visitas el barrio alcantarillero de Santa Rosa de Lima, piensas que no le pudieron poner un nombre que se ajuste mejor a lo que es. 


El nombre


Isabel Flores de Oliva nació en Lima (Perú) en abril de 1586, hija de un arcabucero cacereño y una hilandera de Huánuco. A los tres meses de edad, una criada dijo que había visto su rostro transformándose en una rosa, y ahí su madre comienza a llamarle “Rosa”.


El barrio de Santa Rosa está presidido por una imagen de la santa homónima, que según una de las vecinas más viejas del lugar, la puso allí Don Juan, el de la fábrica del hielo, cuando acabó de construir los edificios. En él, debieron ver la certeza de un barriomoderno, sus posibilidades son interesantes, todo le acompaña, para esa transformación: la situación en la entrada del pueblo, con una accesibilidad inmejorable, el espacio construido y el que hay pendiente de edificar, la población joven, el carácter de barrio…


La identidad


La cuarta de doce hermanos, Isabel tuvo siempre clara su inclinación al aspecto espiritual, el sacrificio que la llevaba al acercamiento a Dios. Era una admiradora de Catalina de Siena (mística, teóloga y doctora de la Iglesia) y una observadora e implicada militante de la defensa de derechos de los indios de su tierra. 


Cuando Coordinadora de Barrios de Murcia llega a trabajar para la gente del barrio de Santa Rosa de Lima de Alcantarilla, conocemos una de los dos casos que a lo largo de estos 40 años hemos visto: familias con 6 generaciones vivas, es decir, conoces a la abuela de tu abuela. Este hecho ya no es común al haberse atrasado la edad para ser madres/padres. A su vez, en el barrio había varias familias con 9, 10, 11 hijos. Este hecho demográfico confiere al barrio una personalidad y una identidad muy característica, ya que, suelen ser barrios jóvenes, muchos niños y niñas, siempre hay hermanos mayores que vigilan y cuidan a la chiquillería, y es mucha la gente con la que te sientes “en familia”, lo cual es uno de los condicionantes para que los barrios tengan identidad. Santa Rosa de Lima (barrio), siempre ha tenido identidad propia, vecinas y vecinos, familia, convivencia, roces…. 


El suplicio


Isabel Flores de Oliva era una niña, una adolescente y una mujer entregada al ayuno, a la penitencia personal. Estas mortificaciones por la causa en la que ella creía, la llevaron a pagar un precio con su salud, contrajo reuma muy joven con lo que sufría de dolor físico, aún así, trabajaba en el huerto y bordaba para varias familias pudientes de la ciudad para colaborar con la precaria situación que vivían y finalmente murió de tuberculosis con 31 años. Ella deseaba ser monja, pero no era la intención que su padre tenía y se lo prohibió, aunque su persistencia la llevó al cabo de unos años a ingresar en la orden Dominica.


A lo largo de los años, muchos han sido los vecinos que han abandonado el barrio, la precariedad de algunas familias, las condiciones de vida, el abandono de las calles, el nivel económico que impide arreglar los hogares de la gente, a la par de otros fenómenos sociales como el desplazamiento de población por cuestiones diversas, la seguridad cuando se quedan personas mayores solas, ha hecho, que muchas vecinas y vecinos que nacieron en estas calles, se rindan a la evidencia y opten por la seguridad, por el autocuidado, por soñar en otras calles. La calle Rafael Lorenzo Vivó, se ha convertido en un mero paso para coches que sin muchas contemplaciones van a Samaniego o a aparcar, quitando a las vecinas la posibilidad de tomar el fresco, a los niños la posibilidad de jugar en la calle, y llenando el barrio de ruido, humos y peligro. 


La transformación


Su propia situación llevó a Isabel a valorar que, a su alrededor, había personas que sufrían mucho más que ella, porque además de las condiciones de vida que tenían, sus vecinos y vecinas los indios del Perú, sufrían la humillación de los colonizadores españoles. Ella ayudaba atendiendo sus necesidades espirituales y de salud, en su propia casa, convirtiendo ésta en una especie de enfermería, lo que sus vecinos necesitaban. Rechazó la atención que le prestaban por cuestiones superficiales como su belleza, y tomó medidas drásticas para la época: se cortó el pelo y se echó pimienta en la cara para provocar fealdad y evitar al agasajo de los hombres. 


En 1986, un grupo de jóvenes de la parroquia de San Pedro de Alcantarilla, conscientes de la situación de sus vecinos y vecinas, observan la situación de Santa Rosa de Lima (barrio), donde las familias se hacinan en viviendas con carencias, muchos de los adultos tienen problemas para encontrar trabajo, precariedad en muchos hogares y necesidades de todo tipo. Los niños y niñas de aquel entonces, pasan muchas horas en la calle, no tienen posibilidad de recibir ayuda en las tareas escolares, y muchas veces, no tienen ni siquiera libros. 


Se alían con las vecinas preocupadas que habitan en el barrio, y comienzan a trabajar al servicio de éste, de sus niñas y niños, lo que necesitaban. El acompañamiento en estos procesos humanos es a veces, duro y doloroso, ya que el esfuerzo y entrega que se presta, no es apoyado por quien tiene la responsabilidad, y a lo largo de las décadas, muchas han sido las veces que las habitantes del barrio han exigido un trato digno, han presentado sus necesidades a la administración local, y han solicitado la ayuda que creen importante y necesaria, amparándose en su propia identidad de vecindad y en las capacidades que se adivinaban allá por los años 60, cuando empieza a generarse el espacio urbano que ahora conocemos como el barrio de Santa Rosa de Lima. Pero la humillación llega en forma de silencio, de ignorar lo que para otros es necesidad, de desprecio. 


La incomprensión


«Si los cristianos están obligados a predicar amor por todas partes, ¿por qué llegaron a América con guerras, destrucción y odio?» Esta idea, torturaba a Rosa, no le encontraba sentido al sufrimiento de tantas personas. 


Si todos quieren el bien para el barrio, dónde radica el hecho de que, desde décadas, esté en este estado, de que sus habitantes sean tan poco escuchados, y de que sus necesidades no estén atendidas.  ¿Por qué, a pesar de las acciones de vecinas, entidades, familias… no vemos un progreso positivo en el barrio?


Quizás alguien tenga que tener la visión de la aya de Isabel, y ver este barrio convertirse en una rosa, para creer en las personas que lo habitan, en sus capacidades. 


Quizás tengamos que exigir sabiduría aplicada, esfuerzo de gigante y entrega de santa, para tener los frutos que en otros entornos parecen lógicos, normales y hasta rutinarios. 


Quizás tengamos que tomar medidas drásticas y cortarnos el pelo, para que no se ponga la atención, tan sólo, en cuestiones superficiales y se empiece a abordar la cuestión de la habitabilidad, la adecuación de los hogares, el urbanismo, el trabajo de la gente, los espacios sociales para el vecindario, las basuras, los solares abandonados, la convivencia, los servicios y los recursos del barrio. 


Nosotras, como siempre, queremos estar, estuvimos y estaremos.

 

 

Isabel Guirao Vives, trabajadora social de Coordinadora de Barrios de Alcantarilla,

que lleva desde 1995 trabajando para las familias del barrio

 
 
 

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